Como todos sabemos la noche de Halloween se acerca, por ello
he decidido hablar de dos de mis noches de Halloween que por sus cosillas
merecen ser contadas.
Nos remontamos a la noche de Halloween del año 2012, una
amiga, su hermana y un amigo decidimos hacer una cena de Halloween en mi piso y
después si nos animábamos a salir de fiesta, salíamos.
Obviamente como era una cena de Halloween yo tenía que decorar
la casa, al menos el salón, y así lo hice; no me compliqué mucho, unas cuantas
de velitas de estas de los chinos, una o dos mini calabazas que mi tía me había dado de su huerto a las
que les pinté una cara, una tarta de queso con cara diabólica, una pizza con
ojos y dedos-momia que mis amigas cocinaron.
Tampoco podían faltar los disfraces: yo de novia cadáver (un
antojo de disfraz que siempre había tenido, aunque verdaderamente de cadáver no
tenía mucho porque lo que es la cara en sí, no me la pinté demasiado pálida…me
gusta demasiado ir mona), mis amigas de payasas diabólicas y mi amigo de
vampiro.
Una vez llegados los invitados, comienza la cena con total
normalidad…aunque extrañamente teníamos el pavo subido, no sé por qué nos
reíamos por todo.
Estamos comiendo…cuando de repente la hermana de mi amiga
nos pregunta:
-“La doble llama de la vela, ¿no es normal no?”
Todos miramos para la tele y vemos que está literalmente
ARDIENDO!!
Yo y mis magníficas ocurrencias de poner una velita de estas
que parece que están forradas de metal pero que en realidad son de plástico
duro, encima de la tele, sin más sujeta velas ni nada. La vela se había ido consumiendo
hasta que había derretido el plástico y con él había llegado a la tele y ¡la
estaba quemando!
Mi reacción, bajo mi punto de vista muy razonable, lanzarle
un vaso de agua a la tele. El fuego se apagó aunque dejó un agujero
considerable en la tele (que no era mía, pues vivía de alquiler).
Después del sustillo, porque podríamos haber salido ardiendo,
nos hinchamos de reír a más no poder, el momento lo merecía.
Lo siguiente era comprobar que la televisión funcionase; y
así era, estaba sana y salva. Y por último tapar las huellas del crimen para
que el casero no se diera cuenta del estropicio.
Encontré en una ferretería una masilla azul clarito con la
que tapar el agujero, la parte de arriba la pinté con un color muy parecido al
gris de la tele y encima puse una maceta con un cactus de papa Noel para
disimular.
Al final, que yo sepa, el casero no se enteró, así que todos
contentos.
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