Hoy, leía una post acerca de la parte "mala" del que hace de su vida un ir y venir de lugares; de lo que llamaríamos "un culillo de mal asiento" . Y reflejaba la parte no tan "nice" de vivir hoy aquí y dentro de "X" tiempo allí, y dentro de otro "X" más para allá.
Lo que no se dice cuando uno lleva vida de nómada son los momentos difíciles, extraños o chocantes que vives cuando llegas a un lugar nuevo, cuando estás tú, allí, sólo, sin conocer a nadie; cuando te vas a dormir en una cama nueva y en una habitación que no huele a tu habitación de siempre; cuando comienzas a vivir otra vez con unos desconocidos que con el tiempo se convertirán en tus nuevos amigos o compañeros; cuando sales a la calle y te pierdes y cuando te das cuenta, has pasado 4 veces por el mismo lugar...Cuando no tienes al lado a una persona de confianza, a la que le puedas contar todo lo que te ha pasado en ese día, cómo te sientes, o que simplemente, te de un abrazo; porque los comienzos, son a la vez que sorprendentes por la novedad, difíciles, por el empezar de cero una vez más.
Y cuando vuelves al que se supone que es tu hogar, los primeros días todo te sabe bien, todo te hace ilusión: ver a tu familia, amigos de siempre, pasear por las calles donde solías caminar; oír al vecino, escuchar el ruido de tu coche, conducir, comer; salir a los mismos sitios de siempre; y ver como nada ha cambiado.
Es una sensación de que todo sigue inmóvil, sigue ahí, pero tú ya no eres el mismo; cada vez que atraviesas una nueva barrera cultural, cada vez que te adaptas a otro lugar; cada vez que conoces a otra gente; tus ideas van cambiando.
Y pasado un tiempo, te vuelve a picar el gusanillo, y vuelves a preguntarte: ¿Y cómo será vivir en aquel lugar? E inicias la aventura del nunca acabar.
Pero quizás llegue un día en que la añoranza y la necesidad de sentirte seguro y rodeado de gente que te quiere, haga que ese sentimiento se atenúe poco a poco, y busque esa parte de carencia que no se ve y que no se dice de la vida viajera.