martes, 15 de septiembre de 2015

Aventura Maltesa

                                      



Hubo una época, no muy lejana, en la que nuestro querido gobierno de España estaba sobrado de dinero, y dotaba de generosas ayudas económicas a los estudiantes universitarios becarios, para que mejoraran su nivel de inglés, asistiendo a un curso de 3 semanas en el extranjero (benditos años). 

Años después, las arcas del estado se verían vacías y el chollo de disfrutar de unas vacaciones en el extranjero gratuitamente se esfumaría. 

Yo, como becaria de toda la vida que soy, tuve la suerte de vivir aquella gloriosa época en la que las becas se daban a espuertas, y pude disfrutar de estas 3 maravillosas semanas "estudiando" inglés en un país de habla inglesa. 

La primera decisión que tienes que tomar cuando recibes la beca es a qué destino quieres ir.
Dentro de Europa, las opciones eran: Reino Unido (frío y lluvia), Irlanda (más frío y más lluvia) o Malta (sol, playa y fiesta). 
Como chica que adora el buen tiempo, a la que le gusta una fiesta más que a un tonto un lápiz (antes, ya no me desvivo tanto por salir...) y que prefiere el mar a la montaña; indiscutiblemente el destino elegido iba a ser MALTA. Además, sumémosle que esta pequeña isla era bastante más económica que los otros dos destinos. 

¿Y qué ocurre cuando le comunicas a tu familia que te vas a ir a Malta? estás son las respuestas: 
¿¿¿¿ a dónde???, ¿¿¿y eso donde está???,¿¿¿y qué inglés vas a aprender allí???

Y estás eran mis respuestas: "Pues es una pequeña isla que está ahí, un poco más allá de Italia, muy cerquita...y se habla inglés y además es super barato estar allí, me va a sobrar un montón de dinero de la beca..."  (de alguna manera había que justificar el porqué de irte a aprender inglés a una isla que sólo se conoce por la goleada que España le hizo hace 32 años, cuando todo el mundo sabe que a aprender inglés se va a Inglaterra). 

El siguiente paso sería comprar el curso de inglés y los billetes de avión. En mi caso, hice todos los trámites con dos amigas, que al igual que yo, tuvieron la brillante idea de elegir Malta como destino. Como nunca habíamos comprado nada por internet, y no recuerdo incluso si teníamos o no tarjeta de crédito para pagarlo online, decidimos hacerlo todo mediante agencia. Y bajo mi punto de vista, la agencia de viajes nos cobró un ojo de la cara por el billete, pero eramos inexpertas...y teníamos suficiente dinero para pagarlo. 

Pasadas unas semanas, llegaría el gran día en que emprenderíamos rumbo a Madrid, donde tras 6 horas de autobús y pasar una noche entera en el aeropuerto, cogeríamos un avión que nos llevaría hasta Munich, donde haríamos una pequeña escala y finalmente cogeríamos otro avión hasta Malta. (tedioso viaje donde los haya...que además tuve acompañado de un malestar estomacal que me hizo vomitar nada más despegar el avión.) 

Y por fin llegamos a Malta. Un transfer nos esperaba en el aeropuerto para llevarnos hasta el que sería nuestro hogar durante las próximas 3 semanas. ¿Y qué decir del transfer? Qué anteriormente o había sido piloto de fórmula 1 o ese era uno de sus sueños frustrados! Válgame Dios las velocidades que llevaba ese señor por aquellas callejuelas, íbamos, cagadas no, lo siguiente. 

Llegadas a nuestro futuro apartamento, primeras impresiones de aquella ciudad: es fea, las casas son viejas, hay bolsas de basura por todos lados, queremos irnos de aquí!!! 

Pero al día siguiente todo cambiaría....Nuestro segundo día en Malta fue el comienzo de 3 semanas de diversión, de conocer gente, de ir a playas de aguas cristalinas, de que la rutina de tu día a día fuera: levantarte a las 12, ir a clase de 1 a 4 o 5 de la tarde, después ir a la playa un rato, volver a casa, ducharte y salir de fiesta hasta que amaneciera. Y claro está, aprender inglés (que aunque estuviéramos todo el día con españoles y algún italiano, las  horas de clase eran aprovechadas y quieras o no, en la calle algo de inglés tenías que hablar, para preguntar a donde va el bus, cuánto cuesta esto o lo otro...ponme un chupito o un ron con coca-cola...). 

Y como bien he mencionado, las playas de Malta me parecieron preciosas, fueran rocosas o arenosas, el agua era de un azul espectacular (y más, teniendo en cuenta que las únicas playas que yo había pisado habían sido las de Málaga, que aunque le tenga mucho cariño a la ciudad, sus playas dejan mucho que desear).
Lástima que no pudiera probar el agua de aquellas estupendas playas...Y los que no conozcan mi historia dirán: ¿¿y por qué ?? 

Pues porque justo poquitos días antes de comenzar mi viaje, tuve un oportuno accidente en el que me quemé mi bonita pierna con el tuvo de escape de la moto, produciéndome una hermosa quemadura de segundo grado, la cuál me impediría bañarme en la playa durante todo aquel verano....De manera que pasé mis tres semanitas maltesas yendo a la playa pero quedándome debajo de la sombrilla, porque obviamente al sol y sin mojarme no aguantaba ni 5 minutos. 

Pero este pequeño infortunio no fue digamos el aspecto negativo del viaje, porque perfecto no podía ser...no; el mayor problemilla de mi aventura y que me dejaría clara la advertencia de:"NO SOLTAR UN BOLSO EN UNA DISCOTECA" ,sucedió la  que supuestamente debía de haber sido mi última noche en Malta. 

Y es que, muy inteligente de mi parte, en mi última salida nocturna en Malta (última, porque al día siguiente bien temprano, debíamos de coger el avión de regreso a España) decidí meter en mi bolso mi cartera con todos mis documentos (DNI, tarjeta de crédito, carné de conducir...), con todo el dinero que me quedaba y con mi cámara de fotos (lo único que me dejé atrás de valor fue el billete de avión) e irme con mi bolsito de fiesta al igual que hacíamos cada noche. 

Pero claro, esa noche no era una noche cualquiera, porque era la ÚLTIMA noche maltesa, donde había que darlo todo, y como no, había que emborracharse, porque aunque no saliéramos con la intención de bebernos no se cuántas tablas de chupitos de tequila, así lo hicimos. 
Y claro, no sólo bebíamos, también bailábamos (¿cómo no iba a bailar yo?) y como se baila más cómodo sin bolso, al igual que hice otras noches, la inocente de mí, soltó su bolsito encima de un taburete, porque ¡todos estábamos pendientes! y ¡al bolso no le iba a pasar nada!

¿Qué no le iba a pasar nada? ¡Eso no te lo crees ni tú! 
Pues sí, llegado un momento de la noche, puede que las 2 o 3 de la mañana, me doy la vuelta y para mi sorpresa veo que mi apreciado y valorado bolso no está. 

A partir de ahí, la noche de fiesta se transformó en noche de ¡Dios y ahora qué hago! ¡Qué estúpida he sido! Todos mis amigos como locos buscando el bolso por las calles, ir a la policía, de ahí a la embajada....y todo esto bajo los efectos del alcohol...aquello era un caos. 

La simpática mujer de la embajada y mis amigas, hicieron todo lo posible porque yo no perdiera el avión, pero en el último momento, mi cerebro pensó que yo no llegaría a tiempo al aeropuerto y que no valía la pena ni intentarlo porque no iba a llegar...¡ERROR!, pero así fue como perdí el avión de regreso. 

Consecuencia: mis padres se echaron las manos a la cabeza cuando se enteraron de que había perdido el avión porque me habían robado el bolso estando de fiesta ("Cómo no, de fiesta tenías que estar"- palabras textuales de mi padre. Y siguiente frase: "De España no vuelves a salir") 

Pero bueno, por suerte en un día ya me había comprado otro vuelo, mis amigos me prestaron dinero, la embajada me proporcionó un salvoconducto y todo estaba resuelto. Eso sí, no ha habido día en mi vida en el que me haya dicho más veces a mi misma: "Vero, que desastre eres". 

Y pese a este penosillo desenlace, estas fueron unas de las mejores 3 semanas de mi vida; descubrí que el inlgés era útil y que me gustaba aprenderlo, que hay miles de personas y lugares por conocer, y que la amistad es un bien muy preciado (gracias Irene y Mari y gracias amigos malteses). Y por supuesto, y muy importante, que NO SE SUELTA EL BOLSO en las discotecas (mejor no lo soltéis en ningún sitio público, "just in case"...)












No hay comentarios:

Publicar un comentario