jueves, 17 de diciembre de 2015

Que fluya lo cursi

Érase una vez, dos niñas que nacieron en lugares cercanos, en tierras unidas por las mismas costumbres, las mismas gentes, los mismos paisajes...Crecieron en torno a los mismos estilos de vida y más de una vez, tuvieron que cruzarse, sin saber que en un futuro la vida les uniría. 

Fue hace 3 años cuando, por casualidades del destino, fueron a parar a la misma ciudad y bajo el mismo techo. 

Dos iznajeñas, aldeanas, que aquel primer día en que se conocieron, jamás pensaron que de esas dos personitas surgiría una gran amistad. 

Ellas, junto con dos penkas más, formaron un buen equipo; un buen grupo de compañeras de piso, de compañeras de risas, de compañeras de confidencias, de consejeras, de compañeras de viajes, e incluso de predictoras del futuro. 

                 

Y pese a que los caminos de sus vidas las separaran por los deseos de aventuras de la penki mayor, la distancia no impediría las sesiones de Skype, o los reencuentros penkales. 

Hace unos meses sus vidas se volvieron a unir, y de ello surgiría una amistad aún mayor, nutrida por innumerables momentos compartidos, horas de whastappeo, visitas al pantano, desahogos y consuelos.













Han sido tantos los momentos. Ha habido risas, ha habido llantos, ha habido comprensión, ha habido felicidad. 

Nuestra chinese/japanese dinner, tus tortitas (que me tienes que volver a hacer), las comilonas de tarrinas de helado de oreo del mercadona, esa peli que aún está por terminar, nuestro paseo en barquita (que aunque suene a plan romántico, ya que no tenemos a ese príncipe/princesa azul, ¿qué mejor compañía que la nuestra?).

No sólo hemos compartido momentos, hemos compartido pensamientos, sentimientos, y aunque somos distintas, la mejor cosa que tenemos en común, es que tenemos un gran corazón. 

Te echaré de menos, donde quiera que estemos, pero sé que pese a la distancia, te sentiré cerca. 

Y como dice la canción, que fluya lo cursi, esas yonkis del amor que como todo ser humano desean ser amadas. 

Pero al final, el amor que más dura, al menos, por mi experiencia, es el de una buena amistad. Y ya sabes, siempre nos quedará nuestra chinita...  





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